Tras el abandono por parte de los hermanos Lumière de su propio
invento, fue Méliès uno
de los pioneros en utilizar el cine como instrumento para narrar historias.
Este hecho es más crucial que el de los numerosos trucos mecánicos
y ópticos que con menor o mayor acierto fue capaz de desarrollar.
Aunque sus películas son simples en cuanto a argumento, estaba
sentando las bases de lo que iba a ser la gran industria del cine.
Las primeras producciones de Méliès se limitaron a explotar
la fuerza intrínseca de la imagen en movimiento incorporando
pequeños trucos visuales que el mago de Montreuil fue descubriendo.
Pero, a diferencia de los hermanos
Lumière, Méliès se atrevió a desarrollar
argumentos narrativos más complejos. Por ejemplo, su película La advertencia
gitana (1907) desarrolla un argumento durante diez minutos, con una veintena de planos, que se suceden en el tiempo como escenas o cuadros que cambien por necesidades del espacio.
Por su parte la cámara permanece
siempre en un punto de vista fijo, frontal a la escena, tal como
si fuera un espectador de teatro. Todo ello acerca mucho la estética
cinematográfica que nos propone Méliès a la
estética teatral. Todavía estamos lejos de conseguir
una articulación de planos que suponga algo más que
la simple suma de incidentes simples.
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