Valor Social y Político de su obra |
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Es imposible concebir la obra de
Eisenstein sin remitirnos a los diferentes
conflictos bélicos y revolucionarios que han marcado su vida
y su pasado. Así se define toda su obra, enmarcada entre
el resurgimiento obrero narrado en La huelga
(1924), su primera obra, y La agitada
vida del zar Iván IV, narrada en las dos partes de
Iván el terrible (1943-1945).
Entre ambas obras Eisenstein realiza
El acorazado Potemkin (1925), Octubre
(1927), las dos sobre los conflictos revolucionarios surgidos
en 1905 y en 1917; La línea general
(1929) - rebautizada como Lo viejo
y lo nuevo -, sobre las ventajas surgidas de la socialización
de la agricultura; ¡Que viva México!
(1931), obra inacabada sobre la revolución mexicana;
y Alexander Nevski (1938), una epopeya
sobre el príncipe ruso que supo oponer resistencia a la invasión
de las tropas mongolas y teutonas en el siglo XIII.
El esencial componente revolucionario
y político de sus películas, realizadas siempre por
encargo del gobierno, vienen a demostrar como nunca hasta entonces
la importancia concedida al cine por parte de los mandatarios. En
una época en la que la mayor parte de la población
es analfabeta, las autoridades se esfuerzan en generar filmografías
que generen una conciencia colectiva de acuerdo a sus planteamientos.
Una circunstancia inherente al cine desde sus inicios y que jamás
abandonaría ya.
Valor Cinematográfico de su obra |
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La obra de Eisenstein nos interesa por sus inimitables aportaciones al lenguaje, especialmente
las derivadas de sus peculiares usos del montaje. Eisenstein, planteó
las combinaciones de planos como conflictos que generasen respuestas
emocionales en el espectador. Una vez conseguido el choque emocional,
se producía la sensibilización acerca del problema
tratado. Es lo que bautizó con el nombre de "montaje
de atracciones", y que pudo poner en práctica
en su primera obra, La huelga. Al
final de la película, en la que los manifestantes huelguistas
son aplacados por las fuerzas zaristas, Eisenstein introduce los
planos de unas reses que son sacrificadas en el matadero. Con este
motivo visual, que no guarda ninguna relación con el universo
ficcional de la película, Eisenstein rompe la narración
para establecer una comparación entre los huelguistas y las
vacas: todos son víctimas inocentes de una sangría.
Al año siguiente, en El
acorazado Potemkin, Eisenstein vuelve a retratar una rebelión
obrera, en este caso la llevada a cabo por los marineros del acorazado
Potemkin contra su tripulación. En su escena más famosa,
la de la escalinata de Odesa, el director soviético vuelve
a hacer gala de una maestría inimitable en el empleo del
montaje. La secuencia narra de nuevo el abatimiento a tiros de los
habitantes de Odesa, en su intento de subir las escaleras que dan
acceso al palacio gubernamental. Los 170 planos de la secuencia
la alargan hasta seis minutos, dilatando el tiempo real de la escena,
y demostrando hábilmente la capacidad del montaje para crear
el tiempo cinematográfico.
A pesar de que esta película
contiene también empleos muy sutiles en la combinación
de planos, no es de las más radicales obras de este director.
Es en Octubre, donde vuelve a emplear
lo más experimental de su repertorio narrativo: montaje de
atracciones, inversiones del tiempo, angulaciones forzadas....
La película, basada en el
relato Los diez días que conmovieron
al mundo de John Reed,
rememora los acontecimientos revolucionarios de 1917. En una secuencia
de la película, que narra el ascenso de Kerensky al poder,
Eisenstein vuelve a romper la narración, comparando al gobernante
con Napoleón y con un pavo real, y sugiere, a base de sutilísimas
combinaciones de planos, la incapacidad para gobernar del dirigente
revolucionario.
A partir de estas películas,
Eisenstein recupera un pulso narrativo más convencional,
aunque todas sus obras siguen mostrando una excelente capacidad
narrativa en el empleo del montaje. Capacidad que se hace extensible
al empleo de la composición en el plano, de los encuadres,
la iluminación, e incluso en la utilización del color
y del sonido, con el que pudo experimentar sus teorías de
contrapunto sonoro en sus últimos filmes.
Verdaderamente, Eisenstein
es uno de los pocos directores en la historia del cine que, partiendo
de la influencia que recibió de las películas de Griffith,
fue capaz de plantear un lenguaje alternativo al del director americano.
Que dicho lenguaje no llegase a arraigar de pleno en el resto de
directores quizá se deba a lo complejo y extremista de sus
propuestas. Definió cinco tipos diferentes
de montaje (métrico, rítmico, tonal, sobretonal e
intelectual) y propuso combinaciones de planos basadas en
los ideogramas chinos.
Toda su complejidad de planteamiento
se traducía en secuencias crípticas de complicada
comprensión para el espectador, que difícilmente podía
asumir toda la riqueza narrativa de sus propuestas. Se puede observar
un ejemplo acudiendo a las propias explicaciones de Eisenstein,
sobre la secuencia citada anteriormente de Octubre:
Vamos a examinar la ascensión de Kerensky al poder y la dictadura
tras la sublevación de julio de 1917. Los subtítulos
indicando sus sucesivos nombramientos ("Dictador", "Generalísimo",
"Ministro del ejército y de la marina", etc...),
dan una nota cómica, intercalados con los cinco o seis planos
de Kerensky subiendo las escaleras del Palacio de Invierno, todos
exactamente de la misma duración. Aquí se plantea
un conflicto entre la hueca adulación de las denominaciones
y el paso monótono con que el personaje sube por unas escaleras
siempre iguales. Consecuencia intelectual: ridículo de la
absoluta nulidad de Kerensky. Se crea un contrapunto entre la expresión
literal y casi estadística de una idea, y la representación
visual de una determinada persona, incapaz de cumplir obligaciones
que aumentan sin cesar. La incongruencia de estos dos factores da
lugar a una decisión puramente intelectual por parte del
espectador, a expensas de esa persona determinada.
Como puede comprobarse al ver la
secuencia, son planteamientos difíciles de asumir en su totalidad,
especialmente si se compara con la intuitiva naturalidad de las
propuestas de Griffith. Aun así, no conviene olvidar que
Eisenstein ha sido y sigue siendo uno
de los directores más influyentes de la historia del cine,
y que muchas de sus propuestas, si bien no han sido asimiladas de
forma íntegra, sí que han sido reabsorbidas y adaptadas
por el lenguaje.
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