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Contexto Social |
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El nacimiento del cine sonoro coincide
en Norteamérica con la crisis de la bolsa de Wall Street
de 1929, que hunde al país en la más profunda depresión
económica. Un acontecimiento inesperado que desencadena un
brusco cambio en la mentalidad del pueblo americano, con la consiguiente
pérdida de confianza en el sistema capitalista. Durante los
años de pobreza y desempleo, el cine será el instrumento
al que recurrirá el ciudadano americano como mecanismo de
evasión de su realidad más inmediata, y la administración
lo utilizará para recuperar el concepto de americanismo y
la estabilidad social.
En el terreno ideológico,
se favorecerá en cierto grado una actitud autocrítica
con obras como Tiempos Modernos (Modern
Times, 1936), en la que
Chaplin critica la explotación del hombre; The
Black Legion (1937) de Archie Mayo,
que denuncia a una organización secreta dedicada a atacar
a inmigrantes; o Las uvas de la ira (The
grapes of wrath, 1940), en la que John
Ford expone con vigor la grave situación de los campesinos
norteamericanos.
En el género de la comedia
surge una nueva corriente encabezada por el director Frank
Capra, que expone, a través de la crítica constructiva,
los valores positivos presentes en el sistema democrático
estadounidense. La obra de Capra representa, como ninguna otra,
la lucha por alcanzar "el sueño americano".
Cercana a la línea propuesta
por Capra, se inscribe la labor que conduce a la implantación
del célebre Código Hays
de autocensura, que no sólo abarca el terreno de la moral
sexual, sino también la social, la política y la racial.
A través de este reglamento de autocensura, Hollywood asume
su ideología y se convierte en vehículo de transmisión
del "american way of life".
Géneros Cinematográficos |
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La llegada del cine sonoro favorecerá
el desarrollo de un género nuevo en las pantallas, la comedia
musical, que contará con las preferencias del público.
Sin ser su aportación excesivamente original, sí que
destacan las películas que protagonizan, entre 1933 y 1939,
la pareja de baile formada por Fred Astaire
y Ginger Rogers.
En estos años, algunas películas
se centran en temas profundamente humanos y en personajes cercanos
a la realidad social. Así surge un nuevo modelo femenino,
de mujeres que se incorporan a la vida laboral y se comportan de
modo diferente, buscando su emancipación. De este modo coexisten
películas más populares y románticas, como
las interpretadas por Marlene Dietrich, como Morocco,
1930, y Shangay Express, 1932, de
Sternberg, con otras películas
que apuntan hacia un cierto feminismo, como las interpretadas por
Joan Crawford.
Con este ambiente realiza su obra Dorothy
Arzner, que trabajó en diversas áreas del cine
hasta ser la única directora del momento, rodeada por la
ideología patriarcal. Sus películas no son rompedoras,
pero aportan una mirada diferente, desde el punto de vista femenino,
y al menos cuestionan el orden dominante. Sus personajes son mujeres
fuertes, aunque suelen terminar de modo trágico.
Algunos grandes cómicos del cine mudo abandonarán el cine, y otros se adaptarán
al sonoro, como Charles
Chaplin. También se incorporan
los Hermanos Marx, procedentes
del music-hall, aportando algunas obras maestras del género.
Su mejor película, Sopa de ganso
(Duck Soup, 1933), es dirigida
por Leo McCarey.
A la escuela cómica americana sucede la comedia ligera,
iniciada por Ernst Lubitsch, con obras
como Ninotchka (1939) o El bazar de las
sorpresas (1940), y también
Howard Hawks con La
fiera de mi niña (Bringing up baby, 1938). Estas películas
forman un estilo de comedia fina, de sabia ironía, y con
una excelente puesta en escena.
El cine de gansters, que inaugurará Sternberg
en 1927 con sus obras La ley del
hampa (Underworld) y Los muelles
de New York (1928), se convertirá en uno de los géneros
más representativos de la cinematografía norteamericana:
cine negro con una América realista y sórdida.
La película clave del género
es Scarface, el
terror del hampa (Scarface, 1932)
donde Howard Hawks retrata la figura
del gangster italoamericano Al Capone. En 1936, la película El bosque petrificado (The petrified forest)
de Archie Mayo, revela al actor Humphrey
Bogart, cuya personalidad dará lugar a uno de los
arquetipos románticos más sólidos del cine
clásico americano.
Otro de los géneros más fecundos de la década
será el género de terror que recuperará
algunos hallazgos estilísticos del expresionismo alemán,
de la mano de verdaderos autores como:
-
Tod Browning que dirige películas
míticas y de culto, como Drácula
(Drácula, 1931), basada en la novela de Bram
Stoker, y sobre todo La parada
de los monstruos (Freaks, 1932) película transgresora de normas y apariencias, inclasificable,
maldita, impactante y poética.
-
El inglés James Whale,
que dirige Frankenstein, el
autor del monstruo (Frankenstein, the man who made a monster,
1931),
versión libre de la novela de Mary
W. Shelley , El hombre invisible
(The invisible man, (1933)
y La
novia de Frankenstein (1935),
según un relato de H.G. Wells.
-
Y el operador alemán Karl Freund,
con La momia (The mummy, 1932).
-
Schoedsack y Cooper dirigen en 1933 la grandiosa King Kong,
espectacularmente realizada y con efectos deslumbrantes
para la época. Todo un clásico.
Por su parte el cine de aventuras
presentará una gran diversidad temática en la que
destacarán las epopeyas colonialistas y los dramas escenificados
en el mar y en el aire. Se trata de películas de barcos y
de aviones, de las que la más célebre es Rebelión
a bordo (Mutiny on the Bounty, 1935), del escocés
Frank Lloyd.
También alcanza gran popularidad
la serie de películas sobre el personaje de Tarzán,
según las novelas de Edgar Rice Borroughs, que, a partir
de 1932, protagoniza el nadador olímpico Johnny
Weissmuller.
Otros Creadores |
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El cine norteamericano cuenta con
una cantera de artistas superdotados y de fuerte personalidad. Pero
hay que destacar a algunos creadores cuya obra no se aviene a una
simple clasificación por géneros. Aparte del genio
de Charles Chaplin, hay otros
grandes directores, como: King Vidor,
con obras de fuerte compromiso social, que incluso servirán
de inspiración a los neorrealistas, como El
pan nuestro de cada día (1934).
Frank Capra,
con bonitas y amables películas llenas de reflexiones sobre
la vida, y que marcan un estilo de comedias de buenas intenciones,
como Sucedió una noche (1934),
El secreto de vivir (1936), Horizontes
perdidos (1937) y Vive como quieras
(1938).
John Ford,
con influencias de la estilización pictórica y la
organización del espacio de Murnau, y también de algunos
de los hallazgos del Kammerspielfilm,
como la opresión de los ambientes y la concentración
dramática que se aprecia en El delator
(The informer, 1935) y en La diligencia
(Stagecoach, 1939). Con esta obra, punto de partida del western
moderno, Ford incorpora la psicología como elemento determinante
del desarrollo dramático del relato, saliéndose de
la ajustada fórmula impuesta por la estructura del género.
En Las uvas de la ira (The grapes of wrath,
1940), Ford hace un retrato preciso de la angustiosa situación
de una familia campesina norteamericana, impregnando la historia
de un patetismo pocas veces alcanzado. La extrema veracidad de esta
obra, al igual que La diligencia,
debe no poco al rodaje de la mayor parte de sus secuencias en escenarios
naturales.
El francés William
Wyler adapta al cine novelas y obras dramáticas en
películas como Jezabel (1938),
según una novela sureña de Owen
Davis, Cumbres borrascosas (Wuthering heights,
1939), a partir de la novela de Emily Brönte, La
carta (The letter, 1940), de una novela de Somerset Maugham,
y La loba (The little foxes, 1941),
de Lillian Hellman.
En su obra, Wyler hace gala de precisión
en el estudio psicológico de los personajes, priorizando
el trabajo de los actores y actrices. En la medida de lo posible,
Wyler prescinde del montaje o lo hace "invisible", y propone
la realización en profundidad, mostrando varios planos dentro
de una toma larga. En sus películas la puesta en escena tiene
mucha importancia, así como el trabajo de cámara y
la continuidad espacial y temporal. Este tipo de realización
será llevado hasta sus últimas consecuencias en la
obra cinematográfica de Orson Welles.
Un director con amplia filmografía
en esta época es Víctor Fleming,
con algunas notables películas como La
isla del tesoro (1934) y El Mago
de Oz (1939), pero que es recordado por una película
mítica, Lo que el viento se llevó
(1939).
Mervin LeRoy
dirige They wont forget (1937), excitante
drama que sigue siendo impresionante, y el soberbio melodrama
Niebla en el pasado (1942).
William Dieterle
dirige en 1939 Esmeralda la Zíngara
(The Hunchback of Notre Dame), la
mejor versión de la obra de Víctor Hugo.
Hay más creadores, con obras
notables y hasta maestras, injustamente olvidados hoy, como Frank
Borzage o Robert Mamoulian.
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Capítulo IV: Ninotchka, La fiera de mi niña, Lo que el viento se llevó.
Capítulo V: El delator.
Capítulo VIII: King Kong.
Capítulo X: "Los géneros".
Sombrero de copa de Mark Sanddrich, La calle 42 de B. Berkeley, Los Hermanos Marx en el Oeste, Centauros del desierto, La diligencia, El mago de Oz y Drácula.
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